17 de octubre: Historia del día que lo cambio todo
El 17 de octubre de 1945 tuvo lugar uno de los eventos más trascendentales de la historia argentina, cuando miles de obreros se movilizaron desde diversos puntos de la Capital Federal y del conurbano bonaerense para pedir por la liberación del coronel Juan Domingo Perón, detenido en la Isla Martín García desde el 8 de octubre. Pero, ¿Por qué pasó? ¿Cuáles fueron los factores que desencadenaron el hecho?
Luego de la multitudinaria marcha opositora de la Constitución y la Libertad del 19 de septiembre, la situación política y militar para el gobierno de Farrell-Perón se vio complicada. El día 24 oficiales retirados de la Marina, encabezados por el veterano Manuel Domecq García, publicaron un manifiesto que reclamaba del gobierno un acto de renunciamiento y el 26 el general Arturo Rawson y el general Osvaldo Martín intentaron sublevar las tropas en Córdoba contra el gobierno de Farrell-Perón. Tras el intento de levantamiento en Córdoba fue reimplantado el estado de sitio en todo el país. El 2 de octubre fue modificado en sentido restrictivo el estatuto de los partidos políticos. Al mismo tiempo, los estudiantes universitarios comenzaron su ofensiva contra el gobierno militar, tomando las principales universidades del país en "defensa de las libertades y contra el fascismo".
Renuncia de Perón y el "gabinete de transición" de Álvarez
Desde principios de octubre, el descontento que fermentaba en Campo de Mayo ante la caótica situación fue dando paso a un principio de conspiración. El 5 de octubre, el gobierno militar nombró en un puesto de segundo orden, el de director de Correos y Telégrafos, a Oscar Nicolini, amigo intimo de la familia Duarte, prefiriéndolo a un oficial superior. Esta fue la excusa que se estaba esperando y la prueba de que el coronel Perón estaba "dominado por su pareja y a las órdenes de su familia": actitud que se consideraba "indigna" de un oficial argentino. El comandante de Campo de Mayo, el general Eduardo J. Ávalos, no disimuló su indignación, por el contrario, la hizo pública, y el 9 de octubre exigió la renuncia del protegido de los Duarte. Perón se negó a ello y perdió el apoyo de la principal guarnición del país. El rumor del inminente levantamiento de Campo de Mayo empezó a tomar consistencia y los principales mandos del Ejército y la Marina entraron en estado deliberativo acerca de que hacer con la situación.
En el atardecer del 9 de octubre, Perón se vio obligado a renunciar. Poco antes, el presidente Edelmiro J. Farrell había aceptado las exigencias de Campo de Mayo y del general Eduardo J. Ávalos, con apoyo del radicalismo a través de Amadeo Sabattini. Perón dimitió a sus cargos como vicepresidente de la Nación, ministro de Guerra, y secretario de Trabajo y Previsión, y firmó su solicitud de pase a retiro, pero no había dicho su última palabra. Le pidió al presidente que, antes de retirarse a la vida privada, le permitiera pronunciar un discurso de despedida a los sindicatos que habían confiado en él. El 10 de octubre, desde un balcón de la Secretaría de Trabajo y Previsión, Perón se dirigió a una muchedumbre de partidarios suyos y sus palabras fueron retransmitidas por cadena nacional.
Perón recordó a los trabajadores que la obra social del movimiento revolucionario del 4 de junio deberá ser defendida y que "si la revolución se conforma con dar comicios libres, no habría realizado sino una gestión en favor de un partido político (aludiendo al radicalismo)". Anuncia, finalmente, que antes de renunciar dejó firmado un decreto, que se refiere al aumento de sueldos y salarios, implantación del salario móvil, vital y básico, y la participación en las ganancias de las empresas de los trabajadores. El mismo día 10, la Secretaría de la Presidencia, se sintió obligada a publicar un comunicado desmintiendo que el general Eduardo J. Ávalos, ministro de Guerra desde el 9 de octubre, tuviera la intención de "apoyar la candidatura de un alto cargo del gobierno actual en un gobierno futuro (haciendo referencia a Perón)". También ratificaba el apoyo de Campo de Mayo a la promesa presidencial de organizar elecciones libres. Los partidos políticos, creyendo ser los protagonistas del primer golpe de estado civil contra un gobierno militar y por el brillante éxito que habían obtenido hasta ahora, pretendieron imponer sus condiciones. Las tratativas entre civiles y militares comenzaron en un clima de inquietud.
El 12 de octubre, mientras los generales y almirantes mantenían una reunión en el Circulo Militar, varios miles de manifestantes pasaron todo el dila concentrados frente a sus puertas, en la Plaza San Martín, esperando el desenlace de las deliberaciones. Los representantes de partidos y asociaciones democráticos admitidos al conclave en el Circulo Militar, pidieron como inmediatas medidas la renuncia del gabinete (exceptuando al ministro de Guerra) y el arresto del coronel Perón para ser llevado ante un tribunal militar. Un comunicado de la Junta de Coordinación Democrática recordaba que la solución institucional aprobada por todos los partidos políticos era la transferencia del gobierno militar a la Suprema Corte de Justicia. Eso significaba, en la práctica, la renuncia del general Farrell, el inmediato retiro del Ejército de la escena política y la organización de elecciones controladas únicamente por la Corte Suprema; para el Ejército, esto era una "rendición incondicional". Ávalos recibió en el Ministerio de Guerra a una delegación de la Junta de Coordinación Democrática, presidida por el doctor Bernardo Houssay, que pidió al ministro la renuncia del presidente Farrell, pero Ávalos rechazó el pedido terminantemente. Finalmente, y al cabo de largas tratativas, las partes en presencia llegaron a un acuerdo. Farrell permaneció al frente del Poder Ejecutivo, todos los ministros renunciaron, excepto el de Marina, el almirante Héctor Vernengo Lima, y el de Guerra, y el general Ávalos aceptó encargar al procurador general de la Nación, el doctor Juan Álvarez, la misión de formar un gabinete civil con personalidades "apolíticas", sumado al ofrecimiento del cargo de Ministro del Interior.
La sugerencia de encargar a Juan Álvarez la formación de un gabinete civil fue hecha a Ávalos por el dirigente radical cordobés Amadeo Sabattini, luego que el exgobernador rechazará la propuesta de Ávalos para que él mismo asumiera la presidencia de facto de la Nación, en reemplazo de Farrell.
El 13 de octubre a la tarde, el gobierno, es decir, el general Eduardo J. Ávalos, hizo detener al coronel Juan Domingo Perón, que fue deportado a la Isla Martín García bajo vigilancia de la Marina de Guerra, donde permanecerá los próximos cuatro días, hasta la histórica jornada del 17 de octubre. La noticia de la detención de Perón, que también era ministro de Guerra, fue recibida con desagrado por el Ejército, ya que se comentaba que había sido librado a la "venganza" de los civiles y entregado a la Marina. Además, el antimilitarismo que mostraban los opositores a Perón, que incluían slogans e insultos contra las instituciones militares, la agresión a un coronel durante un acto en la Plaza San Martín y la colocación de un cartel de "se alquila" que un manifestante partidario de la Junta de Coordinación Democrática (que agrupaba a los partidos Radical, Socialista, Demócrata Nacional, Radical Antipersonalista, Comunista y Demócrata Progresista) había colgado en la puerta del Círculo Militar, estaban haciendo reflexionar al cuerpo del Ejército, incluso a aquellos que no eran favorables al coronel Perón.
Mientras en el Ejército reinaba la confusión y los lamentos por haber dejado que se llevará demasiado lejos la influencia de los políticos civiles, las fuerzas democráticas preparaban el gabinete de transición, bajo la conducción del procurador general de la Nación, doctor Juan Álvarez. Álvarez se reunió con el presidente de la Corte Suprema, Roberto Repetto, para pedirle formalmente su permiso para cumplir el cargo que le fue ofrecido, luego reunió a los presidentes de todas las cámaras de Apelaciones del país para confirmar su apoyo, tras esto se reunió con el general Farrell para contestar afirmativamente el encargo de formar gabinete, y a continuación comenzó a recibir en su despacho durante tres días a una larga cola de ministeriales, siendo aconsejado por los partidos políticos y por otras figuras políticas, como Leopoldo Melo, Carlos Saavedra Lamas, Federico Pinedo, y otros. Además de la conformación del gabinete de transición, el gobierno nacional, dirigido en este punto por el general Eduardo J. Ávalos, tomó otras medidas como la derogación del Estatuto de los Partidos Políticos; la devolución de las Universidades Nacionales a sus autoridades; la reapertura de todas las Universidades del país y la liberación de los estudiantes que habían sido presos por el gobierno controlado por Perón, por ejemplo René Favaloro; se disolvió la Subsecretaría de Informaciones del Estado; se repone al juez federal de Córdoba, doctor Barranco Mármol, acusado de cierta benevolencia con el general Arturo Rawson en su intento de golpe de Estado del 26 de septiembre que entregaría el gobierno nacional a la Corte Suprema; se dispuso la libertad del comunista Victorio Codovila, llamado "el último preso político"; se sustituyó al jefe de policía de la Capital Federal, nombrándose al coronel Emilio Ramírez, enemigo personal de Perón. También se emitieron comunicados garantizando la libertad de prensa, se relevó al director del Colegio Militar y se cambian los jefes de algunos regimientos de la Capital Federal.
Mientras tanto, en los barrios bajos de las inmediaciones de la Capital Federal, y en otras ciudades como Córdoba o Tucumán, comenzaba lentamente la agitación de los obreros. Los emisarios de Perón, como el coronel Domingo Mercante o el capitán Héctor Russo, que había sido funcionario de la Secretaría de Trabajo y Previsión, comenzaban a tomar contacto con los dirigentes sindicales más cercanos a la Secretaría de Trabajo, para lograr convencer a los obreros sobre la necesidad de actuar. El Comité Central Confederal de la CGT decidió, el día 16, declarar una "huelga de advertencia" para el día 18, en una ajustada votación (21 votos contra 19) que reflejaba las opciones encontradas sobre las acciones a tomar. La huelga general tenía como objetivos oponerse a la entrega del Poder Ejecutivo a la Corte Suprema y la formación de un "gabinete de la oligarquía", preservar las conquistas sociales y exigir la firma de los decretos-leyes anunciados por Perón en su discurso del día 10, también se mencionaba la liberación de los presos políticos militares.
En esos días, Perón escribía cartas a sus más cercanos allegados desde la Isla Martín García. En estas cartas, escritas principalmente a Domingo Mercante y a Eva Duarte, daba por terminada su vida política, confiaba vagamente en que su acción podía tener alguna transcendencia después de algunos años, no pensaba en otra cosa que en casarse con Eva cuando le concedieran su solicitud de retiro del Ejército y después irse a vivir a Chubut. Se sentía traicionado por Farrell y Ávalos y aspiraba a escribir un libro para justificar sus acciones. A los dos días de su llegada a Martín García, Perón fue visitado por un funcionario de la Secretaría de Trabajo y Previsión, el capitán médico Miguel Ángel Mazza. Perón aprovechó para darle algunas cartas: a Eva Duarte, al general Ávalos quejándose de haber sido sacado de su jurisdicción natural y de los motivos de su detención, a Mercante, y a Farrell, pidiéndole ser trasladado a Buenos Aires, para reforzar este pedido le indició a Mazza que informara que su estado de salud no era el mejor y sobre la incidencia del clima de la isla en esta. Las gestiones de Mazza tuvieron éxito y al día siguiente Farrell pidió con insistencia al almirante Héctor Vernengo Lima, ministro de Marina, que dispusiera el traslado de Perón, asegurando que estaba enfermo: la noticia se filtró y el diario La Prensa, en su edición del día 16, informaba que Perón sería trasladado al Hospital Militar. Después de trabajosas gestiones, Vernengo Lima autorizó que Perón fuera trasladado hasta el Hospital Militar de Buenos Aires.
Movilización de los obreros peronistas
Esa misma tarde del día 16, 300 o 400 personas avanzaron desde Avellaneda hasta la Capital Federal para reclamar por la libertad del coronel Perón, aunque fueron disueltos sin violencia apenas cruzaron el puente. Algunos se filtraron, logrando ingresar, y se reunieron frente a la Secretaría de Trabajo y Previsión, después en la Plaza de Mayo, y más tarde en el local del diario La Época, de tendencia radical pero favorable a Perón. Estos no era más de 300 y se fueron desconcentrando sin mayor intervención de la policía. Ese día, en algunas zonas del Gran Buenos Aires y en barrios de la Capital, se tiraron panfletos reclamando por la libertad de Perón. En el centro de Córdoba hubo algunas protestas. En Tucumán, la FOTIA había declarado el día anterior una huelga general por tiempo indeterminado, esa misma noche hicieron lo mismo varios sindicatos de Rosario, exigiendo la libertad de Perón. En algunas fábricas de Avellaneda se habían hecho paros parciales y en Berisso y Ensenada los obreros, bajo la influencia de Cipriano Reyes, realizaron una gran movilización que durante varios días mantuvo la ciudad de La Plata convulsionada. Lo mismo ocurría en Valentín Alsina, Lanús y otras localidades del sur del Gran Buenos Aires.
En la mañana del 17 de octubre, los colaboradores directos del coronel Perón junto con el coronel Domingo Mercante y grupos de choque sindicales, particularmente los del sindicato autónomo de la carne, que dirigía Cipriano Reyes en Berisso, iniciaron las acciones en el cinturón industrial del Gran Buenos Aires: huelga general y marcha sobre la Capital Federal. Ese día, los obreros fueron llegando a las fábricas donde desempeñaban sus tareas para establecer piquetes en la puerta de estas, los grupos más resueltos habían obligado a los comerciantes a cerrar sus negociosos; los piquetes de huelga bloqueaban el acceso a la mayoría de las fábricas y sobre todo en los grandes frigoríficos. A la media mañana, los obreros ya habían dejado sus trabajos y se dirigían desde distintos puntos del sur del Gran Buenos Aires (Avellaneda, Lanús, Banfield, Gerli, Quilmes, etc.) al centro de la Ciudad de Buenos Aires. La policía, dirigida hasta el 16 de octubre por gente allegada al antiguo vicepresidente, los dejaba pasar a la Capital, más aún, muchos policías de uniforme, cansados de los enfrentamientos diarios con los estudiantes demócratas, expresaban una simpatía por los manifestantes. La manifestación que llegaba a la Capital Federal era pacifica, sin embargo las manifestaciones en otros puntos del país era más agresivas, como por ejemplo las que sucedieron en La Plata, donde se apedreo la Universidad de La Plata, el diario El Día, y donde más tarde saquearon la casa del rector de la Universidad, Alfredo Calcagno. Lo mismo había sucedido en Córdoba, donde las piedras contra el Jockey Club, el Club Social, la casa del rector de la Universidad de Córdoba, el Instituto Cultural Argentino-Norteamericano y el Banco Israelita abundaron.
Mientras eso sucedía, en la Capital Federal, seguían llegando miles de personas al grito de "¡Viva Perón!", que iban concentrándose en la Plaza de Mayo y en el Hospital Militar, ubicado en el barrio de Palermo, donde se encontraba Perón desde el día 17 por la mañana. En esos momentos, el general Ávalos tranquilizaba a los jefes de Campo de Mayo, que alarmados por las noticias que se difundían en las radios uruguayas, le pedían que les impartiera la orden de marchar sobre la ciudad y detener por acto de presencia el alud que seguía creciendo. El ministro de Marina, Vernengo Lima, también instaba a Ávalos a actuar para disolver a la multitud que hacía el mediodía se hallaba compacta frente a la Casa de Gobierno. Pero Ávalos se negó a reprimir la marcha ya que pensaba que al no poder contarse con la policía, cómplice de los manifestantes, las tropas se verían obligadas a hacer uso de las armas contra un movimiento donde participaban muchas mujeres y niños: el ministro de Guerra no quería que corriera sangre. Por la tarde, Ávalos, pensando que había que dejar a los obreros desahogarse, se les darían seguridades que Perón estaba bien, y que luego volverían a sus casas, se le ocurrió llamar a Mercante para que se dirigiera a la Casa de Gobierno, y que ayudará con la tarea de tranquilizar a la multitud y hacerla desconcentrar. Ávalos salió junto a Mercante y a Eduardo Colom, director del diario La Época, a hablar al balcón de la Casa Rosada. Su nombre fue silbado repetidas veces y no pudo hablar, Mercante lo intentó pero tampoco pudo. Colom tomó el micrófono enarbolado con un ejemplar de La Época, la gente lo reconoció y lo aplaudió, en su mensaje logró hacerse entender, en medio de los ruidos de la multitud, diciendo que Perón se encontraba bien y pronto estaría en la Plaza de Mayo. Ávalos estaba furioso, no era eso lo que quería que se dijera.
Mientas esto sucedía, el procurador Juan Álvarez ya había elegido al llamado "gabinete de transición". Este estaría formado por Alberto Hueyo en Hacienda; Tomás Aurelio Amadeo en Agricultura; Isidoro Ruiz Moreno en Relaciones Exteriores y Culto; Jorge Figueroa Alcorta en Justicia e Instrucción Pública; y Antonio Vaquer en Obras Públicas; el propio Álvarez ocuparía el Ministerio del Interior. A la hora que ocurría el discurso de Colom desde el balcón de la Casa Rosada, Álvarez estaba reunido en el Palacio de Tribunales donde redactaba cuidadosamente, junto a su gabinete, la nota que elevarían al presidente Farrell estableciendo las condiciones en que aceptarían sus designaciones. A las 20:30 horas, el doctor Juan Álvarez había concurrido a la Casa Rosada para entregarle al presidente Farrell la carta con los nombres propuestos para ministros del gobierno civil de transición junto con el currículum de los mismos, su aceptación para los cargos y las condiciones en que las aceptarían. Lo recibieron con estupefacción en medio del desorden que había en ese momento en el lugar, y lo despidieron con cortesía.
Regreso de Perón a la escena
A las 21 horas, la manifestación continuaba creciendo, ocurriendo lo contrario de lo que creía el general Ávalos, cuya posición era cada vez más desventajosa. Ávalos confiaba en que la manifestación se disolvería por sí sola pero al comprobar que, por el contrario, era cada vez más numerosa, accedió a entrevistarse con Perón en el Hospital Militar. Tuvieron una corta reunión en la que pactaron las condiciones: Perón hablaría a los manifestantes para tranquilizarlos, no haría referencia a su detención y obtendría que se retiraran y por otra parte el gabinete renunciaría en su totalidad y Ávalos solicitaría su retiro. Al volver Ávalos a la Casa de Gobierno se comunicó telefónicamente con Campo de Mayo y sin agregar comentarios comunicó que Perón hablaría con los manifestantes desde el balcón de la Casa Rosada. La noticia confundió del todo a los jefes de la guarnición que no entendían que ocurría. Algunos todavía creían que el Ejército podía enderezar la situación. El almirante Vernengo Lima se dirigió de la Casa Rosada a bordo de una unidad de la Prefectura Naval para preparar desde allí la sublevación de la Marina de Guerra, porque el general Ávalos le había dado a entender que la guarnición de Campo de Mayo iba a revelarse contra el retorno de Perón. En realidad, Ávalos había solicitado su retiro y renunciado al cargo de ministro de Guerra, confiando la dirección del Ejército al comandante en jefe, el general Carlos von der Becke, y dando a Farrell y Perón, en una conversación minutos antes que el coronel diera su discurso ante los manifestantes, su palabra de honor de que no se movería; idéntica actitud terminaran tomando los jefes de Campo de Mayo. Ávalos había capitulado.
A las 21:30 horas, Armando Antille se presentó en el Hospital Militar ante Perón para comunicarle que el presidente Farrell lo esperaba en la residencia presidencial, ubicada en el palacio Unzué, pero Perón todavía dudaba ante la idea de una reacción de la estructura de poder que habían montado Ávalos y Vernengo Lima los días anteriores. Un rato después, se comunicó telefónicamente con Farrell y comenzó a vestirse para marchar hacia la residencia presidencial. A las 21:45, Perón estaba con Farrell en la residencia; conversaron hasta pasadas las 22:30 y desde allí se dirigieron hacia la Casa de Gobierno. Desde las 21 horas, los altoparlantes anunciaban a los manifestantes en la Plaza de Mayo que Perón hablaría aproximadamente a las 23 horas.
Minutos después de las 23, luego de mantener una breve conferencia con Farrell y Ávalos, Perón salió al balcón de la Casa Rosada, en compañía de Farrell, Quijano y otros, ante las ovaciones de los presentes. Primero pronunció unas palabras Farrell, donde anunció que: "De acuerdo con la voluntad de ustedes, el gobierno no será entregado a la Corte Suprema de Justicia". Luego de su breve alocución, Perón pronunció su discurso, en el que dijo: "Dejo el honroso uniforme que me entregó la patria, para vestir la casaca del civil y mezclarme con esa masa sufriente y sudorosa que elabora el trabajo y la grandeza de la patria. Por eso doy mi abrazo final a esa institución que es un puntal de la patria: el ejército. Y doy también el primer abrazo a esta masa, grandiosa, que representa la síntesis de un sentimiento que había muerto en la República: la verdadera civilidad del pueblo argentino. Esto es pueblo. Esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la tierra madre, que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la patria. Es el mismo pueblo que en esta plaza pidió frente al Congreso que se respetara su voluntad y su derecho. Es el mismo pueblo, que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia ni maldad humana que pueda estremecer este pueblo grandioso en sentimiento y en número". Una vez terminado su discurso, Perón permaneció unos minutos más en la Casa de Gobierno, conferenciando con Farrell y Ávalos. Estaba serio y preocupado y ninguna euforia se reflejaba en su rostro ya que presumía que Vernengo Lima intentaría alguna reacción en la Marina y por eso habló con el jefe de la flota de mar, que estaba en la Casa de Gobierno, induciéndole a que hiciera deponer cualquier resistencia y designándolo, de hecho, nuevo ministro de Marina. Para este punto, Farrell estaba dispuesto a entregar las manijas claves del poder a los partidarios de Perón. Perón aprobó un comunicado que se difundiría poco más tarde, a las 2 de la mañana, señalando que de inmediato se constituiría un nuevo gabinete y que la concentración había terminado en completo orden.
Pero mientras Perón se dirigía al Hospital Militar, junto a Eva Duarte, para saludar a Mercante, el almirante Vernengo Lima, se había desplazado a una unidad de la Prefectura Naval en el puerto. Iba dispuesto a sublevar a la Marina contra Perón: descontaba que Ávalos haría lo mismo con Campo de Mayo. De todos modos, estaba decidido a continuar adelante el rumbo del movimiento que había desplazado a Perón. Después de una breve reunión con los jefes de buques en el rastreador Drummond, envió mensajes a la flota de mar y a las dependencias navales, comunicándoles que no acataba la autoridad del gobierno y envió al almirante Leonardo Mac Lean a Campo de Mayo para coordinar el movimiento revolucionario, casi en la madrugada del 18. Mac Lean encontró a todos durmiendo y Ávalos mismo debió ser despertado para confirmar a los marinos que el acantonamiento obedecía al gobierno y que él ya no era ministro de Guerra. El intento de Vernengo Lima, que contó con el respaldo total de la Marina, murió antes de nacer y su visibilidad, que se redujo a un desplazamiento de buques, cesó en la mañana del día 18.
Después del 17 de octubre
En las horas que siguieron a la masiva movilización de los obreros en favor de Perón, tuvo lugar la huelga general de la CGT, la más grande conocida hasta ese momento en lo que se refiere a su extensión geográfica, ya que por primera vez tuvo expresiones en casi todo el país. A partir de la mañana del 18 comenzaron a asumir los nuevos ministros, que respondían políticamente al ex vicepresidente Perón, en la renovación del gabinete: el coronel Bartolomé Descalzo en Interior; Juan Isaac Cooke en Relaciones Exteriores y Culto; el coronel Amaro Ávalos en Hacienda; José Manuel Astigueta en Justicia e Instrucción Pública; el ingeniero Francisco P. Marotta en Agricultura; el general Humberto Sosa Molina en Guerra; el vicealmirante Abelardo Pantín en Marina. En la Secretaría de Trabajo y Previsión asumía el coronel Domingo Mercante y el general Juan Filomeno Velazco fue puesto al frente de la jefatura de la Policía Federal. Como vicepresidente de facto de la Nación asumía el general Juan Pistarini, que también ocupaba la cartera de Obras Públicas.
Luego de un corto lapso de descanso y de casarse con Eva Duarte el 22 de octubre, Perón comenzó su campaña política. El sector de la Unión Cívica Radical que apoyaba a Perón formó la UCR Junta Renovadora, a la cual se sumaron el Partido Laborista, fundado el 24 de octubre como expresión política del movimiento obrero, y los Centros Cívicos Coronel Perón, que representaba a las corrientes conservadoras y nacionalistas que apoyaban al coronel retirado.
El 14 de noviembre, luego de una reunión en la sede del Comité de la Unión Cívica Radical entre los principales dirigentes del radicalismo, del Partido Socialista, del Partido Demócrata Progresista, y del Partido Comunista, se constituía la Unión Democrática.