A 1 año de ese 7 de octubre, ¿Por qué a nadie le hace ruido?
Hay fechas específicas con las que el mundo se conmociona, recuerda, revive y educa. Las conmemoraciones siempre son un momento para sentarse a reflexionar sobre qué pasó, cómo llegamos a eso y qué hacer para evitar que vuelva a suceder.
Lastimosamente, me cuesta pensar en el 7 de octubre de 2023 como una fecha que mueve al mundo a educar, transmitir y condenar el peor de los horrores humanos. Lo veo más como unos pocos fuertes que luchamos día a día, año a año y siglo a siglo por contar nuestra historia, por mantener la llama de un pueblo vivo, y por poder expresar quienes somos en paz. Una paz que se anhela pero que cada vez se ve desde más lejos.
El 7 de octubre de 2023 más de 1000 terroristas del Hamas ingresaron desde Franja de Gaza a Israel y en conjunto con más de 2000 misiles y cohetes, generaron un punto de inflexión en la historia del mundo y las amenazas que nos aquejan hoy en día. Entraron a kibutzim*, destrozaron hogares, asesinaron familias y comunidades enteras; ingresaron al Festival Nova en donde jóvenes bailaban hasta el amanecer por la música y la paz, y asesinaron a cuanta persona se le cruzó por el camino. Y se llevaron a más de 200 personas secuestradas: muchas de las cuales por suerte y mediante acuerdos diplomáticos volvieron a reencontrarse con sus familias luego de meses en cautiverio, pero muchas otras cuyos cuerpos fueron encontrados en territorio gazatí o de los que aún no sabemos ni su paradero y esperamos con ansias que vuelvan a casa.
Medio Oriente es hoy uno de los focos no sólo de conflicto internacional como leemos y vemos en los medios, sino que es el epicentro de las atrocidades más aberrantes que la humanidad vió y continúa viendo: hambre, oscuridad constante, encierro en túneles, personas heridas y golpeadas todos los días; disparos, abusos, asesinatos. Una sensación de miedo constante, saber que te tienen ahí y que te odian y que lo que queda es esperar, rezar y ser fuerte. Padres, madres e hijos que faltan en las mesas, amigos que no llegan nunca a las reuniones, compañeros de trabajo que no aparecen. No es una guerra, no se enmarca dentro del conocido “conflicto árabe israelí”; es el odio por odio mismo y deseo de causar terror no sólo en Israel sino que en todas las comunidades judías del mundo.
Desde ese sábado por la madrugada a muchos les cambió la vida para siempre. Nos cambió la vida para siempre. Porque los números y las historias hablan por sí solas, no nos mataban como nos están matando desde el Holocausto y esa es la más cruda de las realidades. El terrorismo se está queriendo apoderar de la vida de las personas en la región, y en todo el mundo; buscan sembrar miedo en cada rincón, causar el mayor de los daños en donde les sea posible.
Personalmente, a mi el mundo me hace ruido. Me hace ruido que a nadie le haga ruido.
¿Dónde están las organizaciones internacionales en todo este conflicto? Haciendo un minuto de silencio por la muerte de Raisi, ex presidente de Irán, también conocido por su política de persecución, tortura y ejecución dentro de su país; y por qué no por ser líder de la entidad política que financia a las hoy principales organizaciones terroristas del mundo, que fundadas en su entendimiento radical y extremo del Islam, realizan toda acción posible y factible para cumplir con sus objetivos del terror, dentro de ellos, la eliminación del Estado de Israel. ¿Dónde están las organizaciones por la protección de los derechos de los niños cuando quedan aún niños secuestrados en Gaza? ¿Dónde están las organizaciones e instituciones feministas de mi país y del mundo cuando se enteran que torturan todos los días física y psicológicamente a mujeres? ¿Dónde están las organizaciones de Derechos Humanos cuando leemos que en Francia incendian sinagogas, que dictadores del mundo apoyan a organizaciones terroristas, que en todos los continentes del mundo se le niega la entrada a los judíos a espacios públicos y comunes, se les grita por la calle, se los acosa, hostiga y se los ataca? ¿Qué políticas están tomando para lidiar con el aumento exponencial de las tasas de antisemitismo en todo el mundo? ¿Cuántas veces los escuchamos exigir que todos los secuestrados vuelvan a casa?
El conflicto que escala de manera constante en Medio Oriente es uno que le duele en el alma a mucha gente; civiles de cualquier religión, sexo, identidad de género, raza, todos duelen por igual porque no hay vida que valga más que otra y porque nadie que sólo quiera vivir en paz merece sufrir las condiciones de vida que se sufren. Pero no hay dudas de que el ojo de la comunidad internacional en cuestiones de culpabilidad está mal puesto, porque no se le puede atribuir las pésimas condiciones de vida y el constante sufrimiento a un estado que desde sus orígenes tuvo que luchar por su propia existencia, y no a las organizaciones terroristas que lo rodean, financiadas por sus estados vecinos. Es un error culpar a Israel por cada víctima y cada acción que toma en Medio Oriente, porque el ojo tiene que estar puesto en el enemigo mayor del que el estado se defiende.
Esconde un sesgo de antisemitismo enorme, por ignorancia o por odio infundado, que en cada momento que se encuentre los medios de comunicación disfracen las noticias de cosas que no son, o cuenten la parte de la realidad que les conviene o de la forma en la que desean hacerlo para retratar una imagen de un estado que no es tal. Es de no creer que alguien tenga que alguna vez salir a aclarar esto: Israel no es un estado genocida, no busca la eliminación de todo palestino sobre la tierra o sobre el territorio y cada muerte duele y pesa. No ataca a hospitales porque le parece un fin ético ni entiende como moralidad la guerra que se está llevando a cabo. Israel se defiende de quienes usan como escudos humanos escuelas, hospitales y edificios residenciales, se defiende de quienes masacran a su población de manera constante y cuyos recursos desvían al financiamiento de armamento y misiles que lanzan día a día hostigando a la población israelí. Se defiende de quienes alientan a toda la población mundial a atacar y matar judíos, sólo por el hecho de ser judíos.
Parece historia vieja, contada, ya escuchada. Porque es historia vieja, contada y escuchada, pero la historia se repite y quien debe tener carga de conciencia por ello es este mundo al cual las cosas no le hacen ruido. No porque no lo vean, porque la información está y hay que saber dónde buscarla, sino que porque deciden no mirar. El mundo me hace ruido porque a nadie le hace ruido. ¿Por qué a nadie le hace ruido? ¿Dónde están quienes siempre luchan por todos y hoy deciden mirar hacia el otro lado?
Como fecha, el 7 de Octubre nos enseña que el mundo está dañado y que, aún sin entender por qué, hay batallas que decide no pelear y se pone del lado equivocado de la historia, dejando pasar cosas que teniendo experiencia de situaciones pasadas, no se pueden dejar pasar. Pero también nos enseña, y personalmente me enseñó, que hay todo una parte de la comunidad internacional, por más chica que sea, que día a día se esfuerza y hace lo posible y hasta lo imposible por contar una historia con la verdad, con los hechos, por defenderse de la agresión y por seguir, siempre, saliendo a flote de cada circunstancia como esta. Hay personas solidarias, empáticas, que comprenden la lucha y más allá de sentirla lejana, se mueven por ella. Hay gente que cuando la moda es hacer ojos ciegos, va y hace ruido. Se mueve, se levanta, reclama, pelea y pide por lo justo, lo moral, lo digno. Lo que cada humano sobre esta tierra se merece sin ningún tipo de discriminación.
No encuentro aún respuestas de por qué a nadie le hace ruido. Pero sí sé que de acá en adelante, luego de este primer año, cada 7/10 va a haber una comunidad de gente, judía y no judía, en cualquier lugar del mundo, levantándose contra el terror, contra la impunidad, y contando la historia que necesitamos que sea escuchada.
*Kibutz: comuna agrícola de producción y consumo comunitario.