¿Cuál es el precio de nuestra atención?
Pasados ya 4 años de uno de los fenómenos mundiales más trascendentes de este siglo, vislumbramos otros de los paradigmas que la pandemia ha trastornado: ¿qué consumimos? ¿de qué manera interactuamos? ¿como definimos nuestro tiempo de atención?
Podemos considerar ya la frase trillada:
“la tecnología ha sido el agente que ha catapultado un gran cambio en la economía”.
Así y todo esto no deja de ser cierto. La aparición de las tiendas e-commerce comenzaron a facilitar la venta de cualquier producto, priorizando nuestra comodidad horaria y espacial. Ante esto podemos preguntarnos, ¿las tiendas físicas se quedarán en el tiempo? ¿Se tornarán en algo demodé? ¿Será nuestra nueva idea de vintage?
No se puede negar que, en ciertas industrias, la atención personalizada es algo que estuvo, está, y estará siempre. Lo podemos ver en la industria textil, donde la compra online de retail no puede reemplazar a la compra física, sino que complementa a la experiencia del consumidor. Es entonces que vemos una lucha, una pulseada entre las compras virtuales y físicas.
e-commerce vs comercio físico.
La pregunta de por qué la tienda electrónica gana por afano, y la posible causa de extinción del comercio tradicional minorista se basa en nuestra búsqueda por la eficiencia. No es casualidad que Mercado Libre se haya transformado en la empresa de mayor valor en Latinoamérica. Se ha convertido en el hada madrina, que nos trae lo que sea, cuando sea. Con su varita mágica, nos ayuda a suministrar nuestro recurso más escaso: el tiempo. Por lo tanto, la pérdida de tiempo se ha vuelto la nueva mala palabra. Todos nosotros, los consumidores, las PYMEs y las multinacionales, entre otros, buscamos ahorrarlo, y esto ha llevado a que en los últimos 10 años florezca la economía del tiempo. No obstante, ¿quién nos lo roba?
El crecimiento de plataformas de servicios como Netflix y HBO, por nombrar algunas, muestran la importancia que posee el entretenimiento en nuestra vida especialmente posterior a la pandemia. Parece incluso paradójico que el mismo dueño de Netflix identifique la necesidad de dormir como su mayor competidora. Esto ha generado que se fuera desarrollando un mercado basado en la búsqueda de estímulos.
La pandemia agudizó este cambio, trayendo consigo un shellshock post-covid: la necesidad de sobre-estimulación.
El multitasking es un claro ejemplo de esta sobre-estimulación. La urgencia de mirar TikTok en simultáneo a mirar una película, el scrolling intermitente de Instagram en plena cursada o jornada de trabajo, entre otros. Dichas acciones muestran la ínfima capacidad de concentración que tenemos.
Es posible observar en esto la aplicación del famoso zoom fatigue, presentado por la Universidad de Stanford, el cual explica como la fatiga de las reuniones virtuales y la falta de interacción física de la pandemia ocasionó una disminución en la capacidad de atención de las personas. Entonces, ¿es el nuevo objetivo de estos actores nuestra atención? Ya algunas empresas han avistado este mercado emergente. Tanto Instagram, como TikTok y X han experimentado un boom, aumentando 40 veces sus ingresos desde los tiempos anteriores a la pandemia. La falta de atención lleva a disociarse de lo que uno está haciendo. En ese momento de disociación es dónde comienza la competencia: ¿quién compra más nuestra atención?
En esta nueva era todas las plataformas nos presentan lo que queremos: un contenido personalizado a nuestras preferencias y atención. Tanto la infinidad de reels de Instagram, como la página de Para Ti (for you page) de TikTok y los hilos de X (Twitter), representan esta nueva forma de consumir que nos atrapa por horas y desvía nuestro tiempo productivo. Surge entonces una dicotomía para las empresas: ellas deben ¿cautivar nuestra atención y tiempo? o ¿ayudarnos a cuidarlo?