Globalización e independencia económica
Tomando como eje de partida el análisis económico, el proceso de interdependencia económica está intrínsecamente relacionado al de globalización, tanto sea en términos financieros como industriales. En este apartado intentaré mostrar luces y sombras de un proceso que ha contribuido a los flujos comerciales/financieros, pero también ha vuelto a los países (con más énfasis en los periféricos) más vulnerables en términos financieros y comerciales.
Es claro que la interdependencia ha contribuido a que los países en vías de desarrollo puedan insertarse al mercado mundial de forma más sencilla que antaño. Las “economías de mercado” más o menos reguladas, han sido el resultado de un proceso paulatino de relaciones comerciales, con mayor énfasis en las décadas de 1980 y 1990. En este punto, la exposición a la economía mundial puede tener sus beneficios: un ciclo de bajas tasas de interés o quantitative easing iniciado por la Reserva Federal o el ECB (European Central Bank) puede permitir un florecimiento de inversiones, procesos industriales de largo plazo y, como resultado, aumento de productividad o crecimiento económico.
Las luces del proceso serían, en este caso, la posibilidad de acceder a mercados de crédito, tecnología, flujos de capitales y acuerdos comerciales, ya sea a nivel regional o mundial. Es conveniente recalcar que la interdependencia, convalidada por el mecanismo de equilibrio de poder de los sistemas sociales, no puede darse plenamente en términos absolutos. Naturalmente, ningún sistema puede imponerse de forma completa por sobre otro, no al menos sin derivar en un proceso bélico. Dicho esto, el “state of war” es inherente al mismo proceso en sí.
Una vez aclarado el equilibrio de las fuerzas productivas en un sistema integrado por flujos de capitales y comercio internacional, veamos cual es la relación dada con los ciclos económicos en el marco de la globalización, y cual es el resultado. La distribución aleatoria de recursos naturales y ventajas geográficas, como así también la misma historia económica, nos muestra que por más poderío político que tenga una nación, afrontar un proceso de industrialización de forma autárquica es imposible. Desde la transferencia de tecnología a nivel industrial como a la necesidad de un volumen de importaciones, la relación existente en términos económicos (sobre todo a nivel de balanza de pagos) es de importancia.
En este aspecto, es menester aclarar algo: los países que reúnen las condiciones de potencia pueden ser self reliant pero no pueden ser plenamente autosuficientes. En base a esto, podemos sacar distintas conclusiones. Se observa que los países, en mayor o menor medida, están expuestos a shocks externos, que pueden afectar su desempeño en términos de crecimiento de su PBI, o también en cuanto a su tasa de desempleo se refiere. Naturalmente, de esto se deduce que la interdependencia tiene un impacto distinto en cuanto al centro y la periferia se refiere.
La “amortiguación” de estos shocks, al menos desde el lado de los países plenamente industrializados o potencias, puede darse a través de políticas proteccionistas. Aranceles, restricciones cuantitativas a las importaciones, desdoblamientos/controles cambiarios o tasas aduaneras son algunas de las herramientas utilizadas para lidiar con desequilibrios externos, más aún cuando afectan resultados de cuenta corriente.
Contemplando que la interdependencia es un proceso que no puede detenerse ni ralentizarse debido a que los países se encuentran inmersos en un mercado mundial superfluo, los policy makers buscan, ante todo, la solución de corto plazo. Esto representa un problema debido a que, en realidad, la forma de lidiar con los shocks responde a una clara asimetría de poder. Esta es la razón por la cual acuerdos bilaterales, organismos multilaterales o de crédito tuvieron un auge importante en los últimos treinta años, y en donde las potencias tienen un rol primordial en las decisiones de crédito a emergentes.
Desde el Informe Rio del Club de Roma en los ‘80 a las reestructuraciones Brady en los ‘90 o los stand by propiciados por el FMI a la región (tomando el caso argentino en 2018), los gobiernos de países emergentes o en vías de desarrollo a un proceso de inserción que a día de hoy todavía no ha culminado y que tampoco ha sido en condiciones cercanas a la igualdad.
Lo que se puede apreciar, retomando el punto anterior, es que las decisiones de las potencias económicas de amortiguar los shocks tiene un impacto negativo y recesivo en los países que entran en el concepto de periferia. Ya sea generando una disminución en sus ingresos comerciales del sector externo o aumentando sus servicios de deuda, la interdependencia lleva a que los emergentes deban lidiar no solo con los shocks, sino también con las estrategias de amortiguación de las potencias.
Como conclusión podemos establecer lo siguiente: el proceso de interdependencia económica ha contribuido al desarrollo económico de países emergentes, pero también los ha hecho vulnerables a los shocks, y más importante aún, a las medidas de los países centrales para lidiar con los mismos. La forma más conveniente de lidiar con ello sería articular las herramientas económicas de “emergencia” sin abandonar los procesos económicos de largo plazo, a fin de reducir paulatinamente la sobreexposición a las fluctuaciones financieras globales