Granaderos: Crónicas de un Regimiento Libertador
En el colegio nos han relatado innumerables veces las hazañas del libertador junto a sus hombres a lo largo y ancho de nuestro continente. Más específicamente, del combate de San Lorenzo y la posterior Liberación de Chile y del Perú. Pero este camino está repleto de historias muchas veces pasadas por alto, y que, sin ellas, dichas hazañas no reciben la atención que merecen. Por lo que quiero aprovechar este espacio para narrar la travesía de este regimiento, desde su creación en Buenos Aires en 1812 hasta la conclusión de su expedición en el Perú en 1824.
Capítulo 1: Un Cazador Cazado.
Un 9 de marzo de 1812 arriba José de San Martín al puerto de Buenos Aires con la tarea de fundar un regimiento que pudiera auxiliar a la Junta en la lucha contra las fuerzas realistas. El contexto Rioplatense era algo irónico ya que tanto los patriotas como los realistas tenían a Buenos Aires y Montevideo sitiadas, la primera mediante un bloqueo naval y la segunda mediante un bloqueo terrestre. A su vez, los realistas burlaban el bloqueo a través de su supremacía naval con la que saqueaban el litoral y los patriotas a su modo comerciando con los ingleses, que eran aliados de los españoles debido a la invasión francesa de la península Ibérica.
9 Meses después de su fundación, un 28 de enero de 1813, los granaderos reciben sus primeras órdenes: seguir un grupo de cruceros realistas al cual debían atacar durante su intento de desembarco para saquear el litoral. Al mando de 125 granaderos a caballo José de San Martín partió rumbo al norte a paso redoblado, siguiendo el río Paraná. El 2 de febrero arribó al convento de San Lorenzo donde acuarteló a las tropas durante la noche y las preparó para el inminente combate que les aguardaba la mañana siguiente.
A las 5:30 de la mañana los realistas desembarcaron con una fuerza de 250 soldados y 2 cañones en 2 columnas con el objetivo de saquear el convento. En los papeles, este combate se vió caracterizado por la desventaja armamentística entre ambos bandos, ya que los españoles estaban armados con rifles mientras que los granaderos solamente con lanzas. En la práctica esto era en realidad una ventaja para los montados debido al mayor alcance de las mismas a la hora de combatir cuerpo a cuerpo. La fuerza patriota lanzó su carga con una maniobra de pinzas que consistía en golpear al enemigo de frente con una de las columnas mientras la otra llegaba un poco retrasada para cargar un flanco con el objetivo de desarmar el combate y desordenar las tropas enemigas. Al avistar la primera columna al mando de San Martín los realistas abrieron fuego con sus cañones para romper las filas de la carga. ya para su segundo intento, los patriotas habían alcanzado las filas realistas creando caos y confusión entre ellos a través de un sangriento combate cuerpo a cuerpo.
Pero en esa única descarga de artillería realista uno de los proyectiles impactó de lleno en el pecho del caballo de San Martín, quién lideraba la carga. Por lo que el Libertador se encontró atrapado en el piso, siendo un objetivo fácil mientras miraba como la maniobra que había planeado fallaba en el rigor de la batalla. Es aquí donde se destacan las acciones de tres granaderos, el primero Juan Bautista Baigorria, quién detuvo una carga de un soldado realista dirigida al comandante. El segundo Juan Bautista Cabral, quien lo ayudó a librarse de su caballo y recomponerse para luego recibir una herida de bala y ser un escudo humano que lo protegiese de una carga de bayoneta. Y el tercero Hipólito Bouchard, quién derrotó al portaestandarte realista, capturando su bandera (una gran fuente de la moral de las tropas de la época, ya que perder el pabellón era casi sinónimo de perder la batalla) producto por lo cual las tropas realistas decidieron replegarse a una posición más defensiva.
Cuando los realistas creyeron haber solidificado la nueva línea de defensa detrás del primer combate apareció la segunda columna de granaderos que consumó la carga por el flanco sur impidiéndoles consolidar la posición y obligándolos nuevamente a retirarse hacia las orillas del río donde podían recibir protección de los cruceros españoles previamente mencionados. Aún así los granaderos cargaron contra las tropas acorraladas que al ver a sus enemigos avanzar sin ninguna impunidad bajo el cañoneo, se retiraron en un espíritu de “sálvese quién pueda” para abordar los cruceros. Ante esto, los granaderos finalizaron el ataque, a excepción del granadero Bouchard, quién en un gesto de cancha con el estandarte robado procedió a cabalgar de lado a lado para dejarles en claro a los realistas quien había salido victorioso del encuentro.
Los números que dejó este combate fueron los de una escaramuza donde los patriotas se veían superados 2 a 1. Las bajas realistas fueron de 52 soldados mientras que las de los granaderos fueron 16 soldados. Por último, increíblemente este fue un combate de tan solo 15 minutos, pero que quedó marcado como el bautismo de fuego de nuestro regimiento de granaderos a caballo.
Capítulo 2: Exportar la Revolución.
En 1814 los granaderos fueron enviados a auxiliar en la campaña del norte, la cual comandaba Manuel Belgrano y no había conseguido los resultados que el triunvirato esperaba. Esta campaña se vio marcada por las dificultades y vastedad del territorio, las tensiones políticas con Buenos Aires, la desventaja en relación a la situación de las tropas realistas en el Alto Perú y la falta de suministros. Durante esta campaña el único combate significativo de los granaderos fue en la batalla de La Tablada de Tolomosa, cerca de la ciudad de Tarija, hoy en día Bolivia. Los granaderos contaban con una fuerza de 300 soldados, sumados a unos 1000 milicianos gauchos que conformaban tropas irregulares, mientras que los realistas contaban con una fuerza de 400 soldados. Debido a las acciones de Gregorio Aráoz de Lamadrid, quien desobedeció las órdenes y siguió su instinto, logró derrotar al enemigo asediándolo en la ciudad de Tarija y repeliendo el intento realista de auxiliar la ciudad, adquiriendo a través de la rendición armas y suministros tan necesitados por las tropas del norte frente a la situación de desabastecimiento en la que se encontraban. Este combate marcó la estabilidad de la campaña del norte para el resto de la misma, la cual no vió mucha más acción en general a lo largo de la guerra.
Una vez nombrado gobernador de Cuyo en 1814, San Martín se puso manos a la obra para convertir a la provincia en el motor que se encargase de abastecer a su futuro ejército que estaría encomendado con cruzar la cordillera. Aclimatizó a las tropas para el cruce y la lucha en la montaña, consolidó las líneas logísticas de suministro para sus columnas y se aseguró de mantener la moral de sus hombres alta y firme para que no se quebrara durante el cruce haciendo que se le amotine o deserte la tropa y se arruine la operación.
Según el historiador Julio Olmos Zárate, el cruce contó con 6 columnas de norte a sur siendo estas El Paso de Come-Caballos, El Paso de Guana, El Paso de los Patos, El Paso de Uspallata, El Paso de Portillo y El Paso del Planchón.
El Jefe de la 1era expedición de Come-Caballos era el teniente coronel Francisco Zelada. Su objetivo era posesionarse de las villas de Huasco y Copiapó y provocar un movimiento favorable a la revolución debiendo unirse a Cabot una vez cumplida la misión. Zelada partió de Tucumán y cruzó por La Rioja con una fuerza de 50 infantes siendo reforzado por 80 hombres reclutados en La Rioja. El Jefe de la 2da expedición de Guana fue el teniente coronel Juan Manuel Cabot. Su objetivo era seguir el camino de Pismanta, operar en la provincia de Coquimbo, luego tomar las ciudades de Coquimbo y La Serena y provocar el movimiento favorable a la revolución. Para esto Cabot contaba con 3 oficiales, 60 hombres: un oficial y 20 hombres del Batallón N°8, un oficial y 20 hombres del Batallón Nº1 y 1 oficial y 20 soldados del regimiento de granaderos a caballo. El jefe de la 3era expedición del Paso de los Patos era José de San Martín, acompañado por el Mayor Brigadier General Miguel Estanislao Soler y su contraparte chilena, el Brigadier Bernardo O’Higgins. Era el grueso principal del cruce, que tenía como objetivo atacar el valle del Aconcagua, contando con alrededor de 3200 soldados pertenecientes a numerosas divisiones del ejército. El jefe de la 4ta expedición de Uspallata era el Coronel Juan Gregorio de Las Heras. Objetivo: obrar en combinación con la vanguardia del grueso del Ejército para atacar el Valle de Aconcagua. Las Heras contaba con el Batallón Nº11 integrado por 35 personas entre jefes y oficiales y 683 hombres de tropa, 30 granaderos a caballo y 20 artilleros. El jefe de la 5ta expedición de Portillo era el Capitán de Caballería José León Lemos. Tenía como objetivo ser un señuelo para las fuerzas realistas para que estas desvíen recursos en defender este paso que creían que iba a ser la principal arteria de la invasión. Lemos contaba con 25 blandengues y 30 milicianos. Por último, el jefe de la 6ta expedición de El Planchón era el Teniente Coronel Ramón Freire, quien tenía como objetivo tomar Taica y Curicó y sublevar el sur de Chile. Para esto, contaba con 80 infantes de los Batallones Nº7, 8 y 11, y 25 granaderos del regimiento de granaderos a caballo.
En total 4.000 regulares (2100 granaderos) y 1.200 milicianos efectuaron el cruce entre el 19 de enero y el 8 de febrero de 1817, preparándose para la gesta más importante hasta el momento del continente americano, liberar la Capitanía de Chile de los realistas.