Harris vs Trump: Sin Vencedores Ni Vencidos
UN DEBATE SIN VENCEDORES NI VENCIDOS
Este martes 10 de Septiembre en Philadelphia, Pennsylvania se llevó a cabo el primer debate presidencial entre la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump. La previa estuvo marcada por discrepancias entre los candidatos en cuanto al formato y la organización del encuentro. La fecha y el organizador (la cadena ABC News, propiedad de Disney) fueron elegidos como parte del acuerdo hecho previamente con el equipo de campaña del Presidente Biden. El formato viene modificado con respecto al debate del actual presidente con su antecesor el pasado 27 de junio. En esta ocasión, el micrófono de los candidatos se mantuvo silenciado mientras el otro candidato hablaba, evitando cualquier tipo de interrupción y limitando el flujo de las preguntas al criterio de los moderadores. No se le permitió a los candidatos llevar papeles o anotaciones de ningún tipo, únicamente tuvieron a disposición un papel en blanco y lapicera para utilizar en el momento. Tampoco existió la posibilidad de consultar con asesores o parte de su equipo de campaña durante los cortes comerciales.
A diferencia del anterior debate que resultó ser un punto de quiebre en el transcurso de la elección (se llevó puestas las chances de reelección de Biden), las primeras sensaciones no destacan vencedores ni vencidos. Ambos candidatos lograron sostener con firmeza sus planes de acción y evitaron heridas significativas. Harris tenía más para perder, ya que en su anterior experiencia electoral en las primarias presidenciales de 2020 se había mostrado débil a la hora de debatir. En esta instancia debía verse cara a cara contra un hábil orador como lo es Trump, a quien se le puede atribuir buenas performances en debates contra Hillary Clinton en 2016 y Biden hace unos pocos meses.
El formato funcionó tal cual esperado, permitiendo la fluidez en las respuestas y evitando conflictos en el uso de la palabra. Sin embargo, también fue responsable de suprimir a los candidatos ya que la incapacidad de interrupciones y la dinámica lenta desincentivó la posibilidad de cruces verbales directos entre ellos. El principal punto negativo desde el aspecto organizacional estuvo en la mala labor de los moderadores. A pesar de que la preparación previa fue buena y sus preguntas eran relevantes, parecieron estar más enfocados en hacer fact checking que en obtener respuestas a sus preguntas. En reiteradas ocasiones los candidatos evadieron los tópicos centrales para atacar a su rival o desviaron los tópicos sobre los que se sentían débiles, y tuvieron la complicidad de los moderadores para hacerlo.
El debate giró en torno a unos pocos ejes principales, y ninguno de los candidatos salió de su libreto. Si tuviesemos que sintetizar, diríamos que se desarrollaron solo cuatro temáticas: economía, aborto/derechos reproductivos, política migratoria y política exterior. En la primera de éstas preponderaron las acusaciones de Trump hacia Harris por la inflación, y mientras la candidata demócrata buscaba refutar con datos sobre creación de empleo, el candidato republicano afirmaba que existían producto de la recuperación de puestos que él había generado previo a la pandemia. La economía fue posiblemente el bloque que más desfavoreció a Harris, a quien Trump reprochó por no tener políticas concretas. Dudo que después del debate de hoy algún televidente tenga idea de qué propone Harris en materia económica. En el primer bloque tomó una importante porción del tiempo la discusión sobre el aborto. Ambos candidatos buscaron mostrarse racionales mientras el otro buscaba posicionarlo como extremista en una temática que genera una gran polarización, y como consecuencia posiblemente la muestra de hoy tenga un impacto electoral.
La política migratoria es de los principales ejes de la campaña de Trump, y posiblemente el punto en el que hizo mayor énfasis durante el debate. El premio al momento divertido/curioso de la noche sin dudas va para la mención al caso de Springfield, Ohio. Según los republicanos, vecinos de la ciudad reclaman que como consecuencia del flujo de inmigrantes ilegales a la ciudad, se roban a sus mascotas para comérselas. Más temprano ese mismo día, Trump había referenciado a estos hechos posteando una foto hecha con I.A. en la que se lo ve rodeado de gatos y patos. Harris también mencionó que Trump habla sobre Hannibal Lecter en sus rallys: esto se debe a que el expresidente Trump comparó al asesino serial con los inmigrantes ilegales que cruzan la frontera. Sea cierto o no lo que dicen sobre Springfield, podemos decir que las risas no faltaron.
Por último, en los cruces sobre política exterior se usaron de pivot tres casos puntuales: el conflicto Israelí-Palestino, la retirada de tropas de Afghanistán y la Guerra entre Rusia y Ucrania. El expresidente Trump falló en ser claro en sus esfuerzos, ya que su principal recurso fue el de afirmar que ninguna de estas cosas tendría la magnitud que tienen (o ni siquiera hubieran ocurrido) de haber sido él presidente. La vicepresidente tampoco fué clara, pero tampoco salió herida. En líneas generales, Kamala Harris se defendió con firmeza de las acusaciones de un experto en debates como lo es Trump, pero tampoco tuvo la contundencia para enderezar su campaña hacia una esperada victoria.
ESTADO DE LA CARRERA ELECTORAL
A menos de dos meses de la elección estamos lejos de tener un claro favorito. Los inicios de la carrera electoral presentaron un componente adicional de incertidumbre: los buenos números de Robert F. Kennedy, los más altos para un candidato independiente en varios ciclos. Trump había tomado la delantera por sobre Biden, especialmente después del atentado en su contra el pasado 13 de julio. El reemplazo del actual presidente con su segunda en la línea sucesoria pareció ser acertada, ya que achicó los márgenes hasta llevarlos a números de virtual empate. Además, en las últimas semanas Kennedy retiró su candidatura y anunció su apoyo a Trump. Sin embargo, no es del todo claro que la totalidad de su apoyo se traslade linealmente hacia el expresidente. Los escenarios son infinitos, pero tenemos algunos datos y parámetros que nos indican qué podemos llegar a esperar en la noche del 5 de noviembre.
Para quien no lo tenga fresco, el sistema electoral estadounidense tiene sus particularidades: se vota a través del colegio electoral, un sistema de democracia indirecta. A cada estado le corresponde un número de electores sobre el total de 538, proporcional a su población (los estados más grandes como California y Texas eligen 54 y 40 electores respectivamente) y funciona como un “winner takes all”. Es decir, si Harris gana en California suma 54 electores. Quien alcance o supere los 270 electores es declarado ganador.
Tomemos datos de la encuestadora Emerson College que en el año 2020 pronosticó con precisión el resultado del voto popular (su última encuesta antes de las elecciones dio Trump 47% - 51% Biden, el resultado fue Trump 46.8% - 51.3% Biden). Sobre mil casos relevados durante la primera semana de septiembre tiene a Harris como ganadora del voto popular con un 49% del total de votos a nivel nacional, contra un 47% del expresidente Trump. La mayoría de las principales encuestadoras muestran números similares, con márgenes favorables a la actual vicepresidente de entre 1% - 4%. Recordemos que en el 2016 Trump ganó (304 a 227 en el colegio electoral) a pesar de haber perdido el voto popular por dos puntos (obtuvo 46% contra 48% de Clinton). Estos márgenes posicionan a la elección en un empate técnico, en el que los candidatos se disputarán aguerridamente algunos pocos estados claves (en la jerga electoral estadounidense conocidos como “battleground states”) cuyos votos del colegio electoral podrían inclinar la balanza ganadora hacia alguno de los dos lados.
Al momento hay siete estados clave que debemos seguir de cerca para dibujar el rumbo de este ciclo electoral: Georgia, Carolina del Norte, Pennsylvania, Michigan, Wisconsin, Nevada y Arizona. Estos estados son percibidos según diversos analistas como los que mayor variabilidad podrían mostrar la noche de la elección, y en su conjunto determinarán al eventual ganador. Sin embargo, esta lista podría llegar a expandirse a medida que nos acercamos a la fecha de los comicios. O tornarse irrelevante si es que uno de los candidatos toma una ventaja muy amplia.
Un grupo que ambos candidatos tienen en la mira y concentran una gran parte de sus esfuerzos de campaña y recursos económicos son Michigan, Wisconsin y Pennsylvania. Pertenecen al ‘rust belt’, un grupo de estados al noreste del país que se caracteriza por haber sido la ubicación de los principales polos industriales a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Estos tres estados fueron de suma importancia para la victoria de Trump en 2016, y se dieron vuelta para su consecuente derrota en 2020. Entre los tres suman 44 valiosísimos votos del colegio electoral, una proporción más que importante sobre el total . Así como en los últimos dos ciclos electorales estos estados siguieron al ganador, su paridad en las encuestas sugieren que en estas elecciones del 2024 no serían la excepción a esta regla.
Otro caso paradigmático lo vemos moviéndonos hacia el sur, en Georgia. El estado se vió envuelto en numerosas polémicas en las elecciones de 2020, año en que el actual presidente ganó por un ínfimo margen del 0.23% (u 11779 votos). Mientras que los demócratas denunciaron maniobras de supresión del voto contra minorías y grupos vulnerables, los republicanos acusaron fraude electoral relacionado al voto por correo y el conteo. El resultado fue tan parejo que durante la noche electoral el resultado inicialmente favoreció a Trump, hasta que la entrada de los votos de centros urbanos como Atlanta y el conteo de los votos por correo revirtió la tendencia en favor del Presidente Biden. Retener el estado de Georgia será un desafío de los más importantes para Harris, mientras que Trump buscará recuperar algunos de los 5 puntos de ventaja que obtuvo en 2016 por sobre Hillary Clinton. Las encuestas sugieren que puede ir para cualquiera de los dos escenarios, por lo que el tramo final de la campaña resultará determinante para conseguir sus 16 votos del colegio electoral.
Los datos previamente mencionados basados en encuestas no cuentan una realidad completa, y hasta a veces pueden distar de la realidad. En 2016 fueron muy pocos quienes pensaban que Trump le podía llegar a ganar a Clinton, mientras que en 2020 acertaron con mayor precisión el resultado electoral. Una medida alternativa es ver datos de quienes realmente ponen su dinero donde están sus palabras. Previo al debate, los mercados de apuestas (Polymarket) favorecían levemente una victoria del candidato republicano. El sitio electionbettingodds.com, que agrega datos de distintas casas de apuestas, estimaba a Donald Trump con una probabilidad de victoria del 51%, por encima del 47% de Kamala Harris. Durante las horas posteriores al debate, las probabilidades se invirtieron en favor de la candidata demócrata. A pesar del cambio, permanecen en rangos de empate técnico.
COMENTARIOS FINALES
La campaña está más interesante que nunca, y si continuamos en esta senda de igualdad se va a poner cada vez mejor.
Fiel a su estilo, el expresidente Trump lleva a cabo una campaña extravagante. Continúa con sus ya reconocidos rallys electorales, a pesar de en uno de ellos haber recibido un balazo que estuvo a pocos centímetros de haberle quitado la vida. Aparece casi todos los días públicamente, incluyendo en algunos de los podcasts más famosos como el de Lex Fridman, con influencers como el streamer Adin Ross y en alguna que otra noche de UFC con su amigo Dana White. Se mantiene muy activo en redes sociales atacando las políticas de Kamala Harris, incluyendo la vuelta a su cuenta de X (antes Twitter) de la que había sido suspendido posterior al 6 de enero del 2020. Hay varias claves para una eventual victoria de Trump. Entre ellas que el electorado pondere sus críticas a la actual vicepresidente, responsabilizándola de las fallas de la actual gestión en temas como la inmigración, el control fronterizo y especulaciones sobre su plan económico (la acusa de promover políticas que él llama de izquierda radical o comunistas). Otra es catapultarse del apoyo del Robert Kennedy para captar votos de independientes y ganar los estados clave.
Por su lado, Harris hasta el momento lleva una campaña discreta, con contadas apariciones en algunos pocos medios y eventos de campaña en contraposición a su rival electoral. Su nominación generó entusiasmo entre demócratas, y no solo en ánimos sino que logró récords en donaciones de campaña (según CNN en el mes de Agosto logró recaudar $361 millones de USD, casi tres veces más que el candidato republicano). Una de los ejes claves de su campaña está en convertir la elección en su referéndum sobre Trump, una figura que ya demostró ser polarizadora y cuya imágen negativa suele ser tán alta como la positiva. Bajo esta lógica, se mostraría como el menor mal ante los electores indecisos. Por otra parte, deberá convertirse en la abanderada de los logros del actual gobierno, que tras la salida de la pandemia en 2020 continuó con la recuperación económica. Si evita que la narrativa se torne en su contra será la gran candidata a quedarse con la Casa Blanca.
El debate del martes a la noche es poco probable que haya sido un punto de quiebre de cara a las elecciones, pero puede ser tomado como punto de partida por los candidatos para redoblar los esfuerzos de su campaña. Ninguno desarrolló en profundidad sus políticas o plan de gobierno una vez electo, sino que parecen estar dedicados a tirar abajo al otro. Ambos candidatos y sus equipos saben que están lejos de un resultado cómodo, ven cada encuesta con escepticismo y mantienen la ilusión de que tienen una gran chance de ganar. Los invito a seguir atentamente los acontecimientos durante los próximos cincuenta y pocos días. Dado lo que está en juego, pueden y van a suceder muchos momentos espectaculares y hasta impensados.