Sudáfrica 1995: El uso del deporte para consolidar la democracia
24 de junio de 1995, a las 13:25. Ellis Park, Johannesburgo.
Se disputaba la Final del Mundial de Rugby de 1995. Acá se enfrentan: Nueva Zelanda, un equipo titánico que arrasó todo el torneo versus Sudáfrica, un país en transición tras el fin del apartheid, donde persistía la desconfianza entre la población blanca y negra de la sociedad. Su equipo era claramente desfavorecido frente a los neozelandeses a pesar de jugar de local.
Antes del comienzo del partido, suenan los himnos nacionales. Primero, el himno neozelandés, God Bless New Zealand (Dios bendiga a Nueva Zelanda). Luego, los parlantes suenan el himno de Sudáfrica. Pero, ¿cuál de ellos? Sudáfrica tuvo dos himnos entre 1994 y 1997: Nkosi Sikelel' iAfrika (Dios bendiga a África), compuesto de cinco idiomas que se encuentran en Sudáfrica y Die Stem van Suid-Afrika (El grito de Sudáfrica), el himno que se cantaba en el idioma afrikáans y que fue usado durante el apartheid (separación). Este último fue implementado en 1948, como parte de un sistema que segregaba a la población blanca y negra sudafricana y terminó en 1994 cuando la población negra fue otorgada el derecho al sufragio. En este partido sonaron ambos himnos que luego serían unificados en 1997 para formar el National Anthem of South Africa (Himno nacional de Sudáfrica), una combinación de ambas canciones como un intento de lograr la cooperación de las razas tras décadas de maltrato, abuso y segregación.
El proyecto del himno fue solo un paso en un proceso largo que llevó a cabo Nelson Mandela, el primer presidente sudafricano de color, en un intento de unificar a Sudáfrica. Esto se debió a que Mandela tenía que encontrar una manera de unificar a la población sudafricana fragmentada para evitar la violencia racial en un país frágil. Debido a que la poblacion blanca veia la figura de Mandela como una vinculada al terrorismo, amenanazando con posibilidades del desarrollo de una guerra civil; su objetivo era demostrar a la población blanca que no venia con intenciones de represalía por el regimen opresivo del apartheid. En este sentido, el caso del Mundial de 1995 es un claro ejemplo acerca de cómo el deporte puede unificar a un país detrás de un objetivo común.
El apartheid y la negociación por el Mundial de 1995
El 12 de junio de 1964 Nelson Mandela fue encontrado culpable por sabotaje y recibió una sentencia de prisión perpetua, logrando salir en 1990 bajo orden del Presidente F.W. de Klerk. Entre 1990 y 1994 Mandela negociaría con el gobierno sudáfricano para terminar con el apartheid, un sistema que había convertido al país en un paria internacional, siendo prohibido de la Copa Mundial de la FIFA, las Olimpiadas y los primeros dos Mundiales de rugby, causando la decadencia de sus selecciones nacionales.
Históricamente, el deporte se veía segregado. El fútbol correspondía a la población negra en Sudáfrica, y el rugby a la población blanca. De hecho, esto llegó a tal nivel, que la población negra solía apoyar a cualquier rival que jugaba contra los Springboks (el apodo de la selección de rugby sudafricana) como manera de rebelarse contra el apartheid.
John Carlin, un periodista británico, afirmó que durante las décadas del apartheid, muchos sudafricanos pertenecientes a la población blanca habían sido condicionados a creer que un gobierno liderado por alguien perteneciente a la población negra sería una pesadilla. Entonces, cuando asumió un gobierno liderado por Mandela, una persona de color asemejada como terrorista para la poblacion blanca, esto significaba una crisis terrible para ellos. Esto significó que el gobierno de Mandela fuera extremadamente frágil y que existía una gran necesidad de solidificar la democracia sudafricana para evitar el estallido de una guerra civil como guerrilla por parte de los temores de la extrema derecha sudafricana.
Sabiendo que el rugby era algo altamente valorado por la población blanca, Mandela y su partido, el African National Congress (Congreso Nacional Africano o ANC) había negociado con World Rugby (la “FIFA” del rugby) para recibir el Mundial de 1995 en Sudáfrica, con la condición de llevar a cabo elecciones legítimas y universales. Fue una especie de trade off donde la población blanca permitía que Mandela acceda al poder (aunque con poca legitimidad para la población blanca) a cambio de una vuelta de Sudáfrica a la escena deportiva internacional, con la oportunidad de ser sede del tercer Mundial de rugby. De hecho, esta vuelta de Sudáfrica al deporte internacional puede ser vista como una “caída de la cortina de hierro” para el deporte sudafricano.
Sin embargo, este trade off generó tensiones entre Mandela y la población negra que veía que aunque Sudáfrica se alejaba del apartheid, también había aceptado celebrar uno de los pilares culturales de esa misma institución. Es decir, el trabajo de Mandela no solo consistía en convencer a la población blanca de apoyar a su gobierno, sino también convencer a la población negra de abrazar los colores e imágenes de un antiguo símbolo segregador, como eran los Springboks. Esta transición fue facilitada por Chester Williams, el único hombre negro entre los 26 jugadores sudafricanos en el Mundial de 1995.
Antes de la Final, Mandela entraría al campo vestido con el uniforme deportivo de los Springboks junto con una camiseta que vestía el número seis, el dorsal del capitán blanco, Francois Pienaar. El hecho de que Mandela se vistiera en los colores de los viejos opresores blancos demostró que era el presidente del pueblo, no solo el presidente de una parte de la población. Mandela saludó uno por uno a los jugadores neozelandeses y a los sudafricanos mientras el estadio cantaba “¡Nelson! ¡Nelson!”.
No se puede subestimar el efecto que tuvo Mandela al vestirse con los viejos colores del apartheid, en 1995 el periodista David Miller expresó:
“Para Nelson Mandela, [llevar la camiseta] fue un toque de genialidad. Para apoderarse de los mismos colores de tu enemigo histórico, de tu opresor cultural, social y político, y elevarlos como símbolo de hermandad, era más poderoso que un millón de palabras.
Con una simple tela verde y amarilla en su espalda, en lugar de recurrir a armas y bombas, el gesto del estadista ha derribado una antigua y odiada bastilla de privilegios racistas y ha creado, en cambio, una club talismánico de la igualdad.”
El partido en sí fue un asunto muy parejo, los Springboks jugaron mucho mejor de lo esperado por las casas de apuestas, seguramente sintiendo el apoyo de los 65,000 sudafricanos que se situaban en Ellis Park. La multitud mayoritariamente blanca sorprendentemente se sumaría a un coro de poblacion negra que cantaba “Shosholoza (seguí adelante)”, una canción proveniente de mineros de oro negros que luego se convertiría en una especie de himno del rugby sudafricano y el de facto segundo himno nacional sudafricano. El partido llegó a la prórroga tras un empate de 9-9 y, con 65.000 voces cantando Shosholoza de fondo, Joel Stransky logró hacer un drop kick que ganó el partido para Sudáfrica con un resultado final de 15-12.
A pesar de la victoria, John Carlin dice que la Final en sí no fue un momento único que facilitó la consolidación y estabilidad de la democracia sudafricana, se explaya, diciendo que el Mundial en sí fue:
“La consumación de una tarea de cinco años por parte de Mandela para ganarse a la Sudáfrica blanca, para persuadirlos de que él estaba de su lado, que era un presidente legítimo, que la democracia estaba bien, que estaba bien que los negros y todos votaran. Y, sobre todo, logró a través de ese Mundial lo que era la misión central de su presidencia, que era consolidar la frágil y joven democracia. Después de aquella final de la Copa Mundial de Rugby, simplemente no era posible que Sudáfrica fuera a la guerra. Simplemente no era posible que un sector significativo de la población blanca se levantara contra la democracia de Mandela, porque simplemente carecería del apoyo necesario entre la población blanca en general. (...) Fue la culminación de todo un proceso de liderazgo en el que Mandela había estado involucrado muy deliberadamente durante cinco años.”
Es decir, lograr que toda la población tenga los mismos derechos es algo factible que se puede hacer tras años de negociación. Pero, hacer que ambos grupos de la población se sientan igual en cuanto a cultura y sociedad es una bestia totalmente distinta que difícilmente se puede hacer mediante la política. El mismo Mandela dijo que: “el deporte puede crear esperanza donde una vez solo existió la desesperación. Es más poderoso que los gobiernos a la hora de destruir barreras raciales. Se ríe de todo tipo de discriminación.”
Mandela entregó la Copa del Mundo a Pienaar, quien la levantó para todo el país, simbolizando la unificación nacional y la consolidación de la democracia sudafricana. Aún en el campo, un periodista le comunicó a Pienaar que "hoy tuvimos aquí 65.000 sudafricanos, un apoyo tremendo". Francois respondió “no tuvimos a 65.000 sudafricanos, tuvimos a 43 millones de sudafricanos”.
Pesimismo deportivo y cuotas raciales en la “nación arcoíris”
Sin embargo, autores como Karen Farquharson (profesora de Sociología en la Universidad de Melbourne) y Timothy Marjoribanks (profesor de Administración de Empresas en la Universidad Tecnológica de Swinburne) argumentan que esta victoria en 1995 no traspasó de lo simbólico hacia lo material, ya que, si bien la cobertura periodística durante 1995 representó unificación, la cobertura durante el Mundial de 1999 en Gales fue extremadamente negativa y se centró más en el mérito y las cuotas raciales. Esto se debió a que solo cuatro de los 30 sudafricanos convocados para el Mundial de 1999 eran de color (Wayne Julies, Kaya Malotana, Breyton Paulse y Deon Kayser) en un país donde en 2001 el 79% de la población era negra y solo el 9,6% era blanca. A pesar de esto, uno de esos cuatro, Breyton Paulse argumentó en contra de las cuotas raciales en el rugby sudafricano al decir que eran "una gran degradación para los jugadores" (el contexto fue que Nick Mallett, el entrenador de los Springboks durante el Mundial de 1999 había convocado a Paulse, basándose en “mérito con sesgo”).
Gavin Rich, un periodista sudafricano, exclamó previo al Mundial de 1999 que las cuotas raciales eran un mal necesario y que:
“En un momento en el que el rugby desesperadamente necesita ampliar tanto su apoyo como su base de recursos para enfrentar los desafíos de una Sudáfrica en proceso de cambio, los Boks no pueden permitirse el lujo de alinear un equipo exclusivamente de raza blanca”.
Otro periodista, Max du Preez, también reconoció los argumentos a favor de una convocatoria basada en mérito, pero las rechazó, diciendo que:
“Es ingenuo por parte de deportistas, administradores y aficionados insistir en una simplista política de "sólo mérito" cuando se trata de los mejores equipos, especialmente los dos deportes predominantemente "blancos", el rugby y el cricket. Simplemente no es realista en nuestra sociedad actual.
Cuando uno ve al equipo nacional de Sudáfrica jugar contra un país abrumadoramente “blanco”, y hay dos o tres jugadores negros en ese equipo, pero el equipo de nuestro país abrumadoramente "negro" es completamente blanco, incluso el mayor fanático de los deportes sabe muy dentro de sí: cualesquiera que sean los argumentos, algo está mal acá.”
No obstante, el rugby sudafricano se ha desarrollado mucho en el aspecto de igualdad racial; Sudáfrica ganó su tercer Mundial en Japón en 2019 y su primero bajo un capitán de color, Siya Kilosi, luego consiguiendo su cuarto Mundial en Francia en 2023 también bajo Kilosi.
Pese a haber ganado dos Mundiales al hilo en 2019 y 2023, el “hambre de ganar” de los Springboks no ha decaído, habiendo también conquistado el Rugby Championship de 2024 (disputado entre Sudáfrica, Australia, Argentina y Nueva Zelanda) en el cual cayeron 28-29 ante los Pumas en la ida, solo para derrotar a los argentinos 48-7 en la vuelta, disputando este segundo partido con el plantel campeón del mundo.
Aunque, el futuro del rugby sudafricano es extremadamente positivo, el panorama socioeconómico y político es más negativo, puesto que el país es el más desigual del mundo, teniendo un coeficiente Gini del 0.63 según el Banco Mundial. Entre otros problemas de la Sudáfrica contemporánea se encuentran altos niveles de VIH, delito, pobreza y desempleo, (el 40% del país se encuentra sin empleo) y el 60% de la población vive debajo de la línea de pobreza. Si bien el deporte no es una cura para estos problemas socioeconómicos, se presenta no sólo como un factor eficaz a la hora de derribar barreras raciales como había dicho Mandela, sino también como uno que regula la felicidad y estabilidad democrática de la “nación arcoíris”.
Bibliografía y notas al pie:
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