Un choque de estrategias que llevó a Ucrania a la ruina

Un choque de estrategias que llevó a Ucrania a la ruina

El conflicto bélico ruso-ucraniano es una cuestión que, desde su estallido en 2014 con la anexión de Crimea, debilitó íntegramente la relación entre Rusia y el bloque occidental liderado por Estados Unidos y todos sus aliados de la OTAN. La escalada militar continúa en movimiento; ambos lados continuan con la fuerza para seguir combatiendo, y la crisis humanitaria y de refugiados resulta cada vez más preocupante. Los grandes interrogantes aquí son: ¿Cómo y cuándo cesará la violencia? y ¿Quién o quienes deben pagar la derrota? El reconocido politólogo estadounidense John Mearsheimer, actual profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Chicago, si bien no responde directamente a estas preguntas, ha analizado la manera en la que el conflicto entre ambos bloques se ha sido desenvolviendo.

El antagonismo entre el Estados Unidos y Rusia no es una novedad, está presente desde fines de la Segunda Guerra Mundial y ha alcanzado su clímax durante la Guerra Fría continuando hasta la caída de la Unión Soviética. Tras este suceso, la política exterior rusa ha presentado cierto acercamiento a occidente con el fin de recuperar su influencia mundial, pero con la llegada de Putin al poder se abandonó todo intento de “occidentalización”. Este siempre se caracterizó por su política asertiva de recuperar la influencia imperialista y expansiva rusa, características de figuras como Stalin entre otros líderes, lo cual significó una gran amenaza para la OTAN, cuyo objetivo es mantener la influencia europea. Mearsheimer, a partir de su teoría del “realismo ofensivo”, analiza este conflicto desde la perspectiva de las Relaciones Internacionales. Según la teoría, la cual es una variante de la escuela clásica realista, el fin principal de los Estados es la propia salvación en un sistema internacional caracterizado por la anarquía. Esto quiere decir que cada Estado es responsable por su propia salvación y actúan siempre empujados por este incentivo. Según lo postulado, la mejor manera de estar seguros es lograr una hegemonía regional mediante la maximización de su poder. Consecuentemente, el conflicto entre ellos es inherente, ya que todos buscan el mismo fin y se resistirán a que el resto lo logre antes que ellos.

Una vez explicado brevemente el argumento central de Mearsheimer, es posible verlo reflejado en el conflicto ruso-ucraniano para poder darle una explicación racional y tal vez poder responder las preguntas planteadas en un inicio. En su ensayo, Why the Ukraine crisis is the West´s fault: The liberal delusions that provoked Putin, Mearsheimer plantea como argumento central que la responsabilidad principal de la crisis ucraniana es de occidente y no de Rusia. ¿A qué se refiere con “los delirios liberales que provocaron a Putin”? Allí radica la principal cuestión para entender los inicios del conflicto, y donde personalmente más concuerdo con Mearsheimer: ambas partes del conflicto “juegan” estrategias distintas. A partir del siglo XX, se puede observar que Estados Unidos comenzó a ganar influencia no solo a nivel regional sino a nivel mundial entre los países occidentales. En suma, la estrategia realista de conquista y maximización de poder comenzó a ser cambiada por la liberalista, la cual aboga por el comercio, interdependencia y diplomacia entre las naciones, a diferencia del realismo. Para lograr esta interdependencia, se creó la OTAN con el fin de garantizar la seguridad entre todos sus miembros en respuesta del expansionismo ruso, el cual siempre siguió el juego realista ofensivo que tanto Mearsheimer sostiene. Cuantos más Estados se incluían en el Comintern y WTO de la Unión Soviética, más aliados buscaba la OTAN para contrarrestar esa influencia. Tras la caída del imperio soviético, se han incluido varios países ex soviéticos al bloque occidental.

Para la lógica realista, una maximización de poder antagónica supone una amenaza a la que se debe responder, ya que implica una manera de quita de poder. La caída de la URSS significó una gran pérdida para Rusia, por lo que Putin no permitiría que un evento así vuelva a ocurrir, y menos que la frontera occidental se extienda aún más a su patria. Desde su primer instante como presidente, Putin a ha dejado en claro lo innegociable que resulta Ucrania para él, como si fuese su última oportunidad para mantener la victoria. Por ende, ¿fue lógica su respuesta violenta? Para Mearsheimer la respuesta es positiva. Cabe destacar que, para todo realista, los dirigentes políticos actúan pragmáticamente en base a las circunstancias presentes y no por sesgos ideológicos o de intereses particulares, siguiendo una lógica muy maquiavélica. Consecuentemente, la ofensiva de Putin no debe verse como un ataque directo a los valores occidentales, sino como una búsqueda de revalidación y re-legitimación de su hegemonía regional. Consecuentemente, no fue la “locura” de Putin la que llevó a Ucrania a la ruina, sino un mal análisis por parte de occidente de su estrategia realista, visto erróneamente desde la lógica liberal.

La invasión ha llevado a Occidente a castigar con sanciones económicas y diplomáticas a Putin, buscando que disminuya su agresión. No obstante, esto no hizo que el dirigente ruso cambie su estrategia de juego: son sanciones liberales a una estrategia realista. Asimismo, se comete el error de juzgarla moralmente, cuando la misma no reconoce, como ya expliqué, la política llevada a cabo desde la ideología y objetivos personales. 

Ucrania implica una antesala abierta para que occidente acceda al debilitamiento ruso, por lo que Putin evitará a toda costa su anexión, aún si esto conlleva a su destrucción total. Mearsheimer asegura que tanto el bando occidental como el ruso son responsables por la reconstrucción económica y social de Ucrania, pero que a su vez debe mantenerse como Estado neutral. ¿Hay que dejar que Ucrania piense, en forma alguna, su política exterior? Mearsheimer dice que no: resulta imposible para esta ignorar el hecho de que Rusia siempre tendrá un ojo sobre ella, al menos hasta que Putin siga en el poder con su propia estrategia de juego.

Por consiguiente, a modo de responder los interrogantes primeramente planteados, el conflicto cesará una vez que Rusia deje de detectar a la OTAN como una real amenaza, la cual anteriormente podría haberse evitado con una correcta interpretación del juego de Putin. Es evidente que a mayor presión occidental, mayor será el contraataque de Rusia.El conflicto bélico ruso-ucraniano es una cuestión que, desde su estallido en 2022 hasta hoy en día, debilita íntegramente la relación entre Rusia y el bloque occidental liderado por Estados Unidos y todos sus aliados de la OTAN, participando desde el apoyo indirecto a Ucrania en el combate. La escalada militar continúa en movimiento: ambos lados parecer mantener fuertemente su postura y la crisis humanitaria y de refugiados cada vez resulta más preocupante. Los grandes interrogantes aquí son: ¿Cómo y cuándo cesará la violencia? ¿Quién o quienes deben pagar la derrota? El reconocido politólogo estadounidense John Mearsheimer, actual profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Chicago, si bien no responde directamente a estas preguntas, ha analizado la manera en la que el conflicto entre ambos bloques ha sido manejado.

Mearsheimer, a partir de su teoría del “realismo ofensivo”, analiza este conflicto desde la perspectiva de las Relaciones Internacionales. Según la teoría, la cual es una variante de la escuela neorrealista, el fin principal de los Estados es la propia salvación en un sistema internacional caracterizado por la anarquía. Esto quiere decir que cada Estado es responsable por su propia supervivencia y actúan siempre empujados por este incentivo. Originalmente, el autor postula que la seguridad total de un Estado es inalcanzable salvo que sea mediante la hegemonía global, lo cual resulta imposible. Consecuentemente, las tendencias anárquicas incentivan a los Estados busquen maximizar su poder y, por ende, el conflicto entre ellos es inherente, ya que todos persiguen el mismo fin y se resistirán a que el resto lo logre antes que ellos mismos.

El antagonismo entre el Estados Unidos y Rusia no es novedad: está presente desde fines de la Segunda Guerra Mundial y ha alcanzado su clímax durante la reconocida Guerra Fría. Tras este suceso, la política exterior rusa ha presentado cierto acercamiento a occidente con el fin de recuperar su influencia mundial. No obstante, tras la llegada de Putin al poder comenzó una paulatina transición a una política asertiva a recuperar la influencia regional rusa y al abandono de dicha “occidentalización”.

Una vez explicado brevemente el argumento central de Mearsheimer, es posible aplicarlo al conflicto ruso-ucraniano para darle una explicación racional y tal vez poder responder las preguntas planteadas en un inicio. En su ensayo, Why the Ukraine crisis is the West´s fault: The liberal delusions that provoked Putin, Mearsheimer plantea como argumento central que la responsabilidad principal de la crisis ucraniana es de occidente y no de Rusia. ¿A qué se refiere con “los delirios liberales que provocaron a Putin”? Allí radica la principal cuestión para entender los inicios del conflicto y donde personalmente más concuerdo con Mearsheimer: ambas partes del conflicto “juegan” estrategias distintas. A partir del siglo XX, se puede observar que Estados Unidos comenzó a ganar influencia no solo a nivel regional sino a nivel mundial entre los países occidentales y, en suma, adoptó una política liberal que aboga por el libre comercio, interdependencia, la diplomacia y la difusión de los valores democráticos en las naciones. La caída de la URSS supuso el triunfo de EEUU, quien alcanzó su apogeo como líder de este orden liberal internacional. Para lograr una interdependencia entre los Estados también parte de este orden liberal, se creó la OTAN con el fin de garantizar la seguridad entre todos sus miembros como política de contención contra la Unión Soviética, que buscaba recuperarse de la caída. Cuantos más Estados se incluían en el bloque soviético, más aliados buscaba la OTAN para contrarrestar esa influencia. Tras la caída del imperio soviético, se han incluido varios países ex soviéticos al bloque occidental.

Para la lógica neorrealista, una maximización de poder antagónica supone una amenaza a la que se debe responder, ya que implica una manera de quita de poder. La caída de la URSS significó una gran pérdida para Rusia, por lo que Putin no permitiría que un evento así vuelva a ocurrir, y menos que la frontera occidental se extienda cercanamente a su territorio. Desde su primer instante como presidente, Putin a ha dejado en claro lo innegociable que resulta Ucrania para él, como si fuese su última oportunidad para mantener la influencia regional. Por ende, ¿fue lógica su respuesta violenta? Para Mearsheimer, justamente la respuesta de Putin fue esperable dentro de la lógica sistémica. Cabe destacar que, para todo realista, los dirigentes políticos actúan pragmáticamente en base a las circunstancias presentes y no por sesgos ideológicos o de intereses particulares, siguiendo una lógica muy maquiavélica. Consecuentemente, la ofensiva de Putin no debe verse como un ataque directo a los valores occidentales, sino que como una búsqueda de relegitimación de su hegemonía regional. Consecuentemente, no fue la “locura” de Putin la que llevó a Ucrania a la ruina, sino un mal análisis por parte de occidente de su estrategia realista, visto erróneamente desde la lógica liberal.

La invasión ha llevado a Occidente a castigar con sanciones económicas y diplomáticas a Putin, funcionarios rusos y a Rusia en general, buscando que disminuya su agresión. No obstante, esto no iba a hacer que el dirigente ruso cambie su estrategia. Asimismo, se busca juzgarla moralmente desde la violación de derechos humanos que supone la guerra, también con el fin de lograr un alto al fuego, pero la misma estrategia realista de Putin no reconoce, como ya expliqué, la política llevada a cabo desde la ideología y objetivos personales. 

Ucrania implica una antesala abierta para que occidente acceda al debilitamiento ruso, por lo que Putin evitará a toda costa su anexión, aún si esto conlleva a su destrucción total. Mearsheimer asegura que tanto el bando occidental como el ruso son responsables por la reconstrucción económica y social de Ucrania, pero este debe mantenerse como Estado neutral. ¿Hay que dejar que Ucrania piense, en forma alguna, su política exterior? Mearsheimer supone un no; es imposible que ignore el hecho de que Rusia siempre tendrá un ojo sobre ella.

Por consiguiente, a modo de responder cómo y cuándo se terminará la guerra, se puede suponer que el conflicto cesará una vez que Rusia deje de detectar a la OTAN como una real amenaza, la cual anteriormente podría haberse evitado con una correcta interpretación del juego realista de Putin. Es evidente que a mayor presión occidental, mayor será el contraataque.